¿Cómo impacta el mundo digital a nuestro cerebro visual?

Desarrollo, aprendizaje, emoción y comportamiento

Desde que la tecnología entró en nuestras vidas, numerosos estudios procedentes de una amplia variedad de disciplinas, han tratado de hallar respuesta a esta y otras cuestiones relacionadas con la nueva era. La era digital.

Pero sucede que nos encontramos ante un nuevo mundo que evoluciona y crece con una velocidad asombrosa. Y quizá debido a esta rapidez, estamos abriendo los ojos a sus innumerables efectos sobre nuestra salud física, mental y emocional… a toro pasado.  

Haber digitalizado la vida tiene efectos en el cerebro, y por ende, en el comportamiento y en el estado de ánimo.

Nuestro cerebro recoge y analiza continuamente la información que obtiene de todos los sentidos para construir “la realidad” que lo envuelve. Y sabemos que el 80% de los ladrillos de esa construcción son imágenes.

Dicho de otra manera, el cerebro es un 80% visual.  

A través de un complejo proceso, los ojos convierten la información luminosa en mensajes bioeléctricos, que son transmitidos a varias áreas del cerebro para ser analizados, procesados e interpretados.

En este proceso de la visión están implicadas una serie de habilidades que se han ido aprendiendo desde el nacimiento: el movimiento preciso de los ojos, la capacidad de enfocar y de coordinar ambos ojos, el reconocimiento visual del espacio, la integración visuo-auditiva, la coordinación del movimiento ocular con el movimiento de las manos, la atención, la visualización, la memoria visual…

Estas habilidades se consiguen con una buena maduración neurológica que hace que sea posible analizar e interpretar la información visual de manera adecuada, y se desarrollan en paralelo junto a otros procesos de aprendizaje psicomotor.

Durante el desarrollo de la visión en la infancia, cualquier estímulo puede tener un impacto importante en alguna de estas habilidades, y como consecuencia, en la adecuada maduración del sistema nervioso central (centro de procesamiento).

Niños y pantallas: ¿existe una amenaza real?

En el mismo momento que un bebé abre los ojos y percibe luz, comienza a prestar atención. Así, los primeros meses centrará su atención a la luz, al sonido y al movimiento.

Poco a poco, ese bebé irá aprendiendo a prestar atención de forma voluntaria sobre aquello que le interese, y a medida que vaya creciendo su corteza prefrontal irá adquiriendo más y más capacidad atencional y de concentración.

Si en ese periodo de su vida tiene al alcance dispositivos como móviles, tabletas o iPads, su atención volverá a la fase luz-sonido-movimiento, es decir, retrocederá a nivel madurativo.

Las pantallas son un estímulo con innumerables consecuencias en el desarrollo neurológico de los más pequeños. Y ya no tanto por su uso en sí, más bien por la cantidad de tiempo que pasan frente a ellas.

Los niños necesitan aprender a centrar su atención, a desarrollar de manera sana la zona frontal del cerebro, responsable de la voluntad y del autocontrol. Una exposición prolongada a las pantallas inhibe su correcto funcionamiento, provocando déficits de atención y de concentración. 

Además, todo el tiempo que un niño pasa sentado delante de una pantalla, es tiempo que ha perdido para jugar, relacionarse con otros niños, vivenciar con su cuerpo, inventar, equivocarse, cuestionar… Experiencias que potencian su personalidad creativa.

Cuando no exista esa motivación para crear, incentivada al dedicar tiempo a la observación, la exploración y la reflexión, más pobre será su desarrollo cognitivo, su capacidad de aprendizaje y su inteligencia emocional.

“Cuanta más pantalla menos asombro. Cuanta más pantalla menos creatividad. Cuanta más pantalla menos memoria.”

Marian Rojas Estapé (Médico Psiquiatra)

Las pantallas nos mantienen aislados de nosotros mismos y de lo que nos rodea, y en los niños esto supone un freno para su aprendizaje emocional: conectarse con las emociones, entenderlas, dedicar tiempo para aceptarlas y aprender a expresarlas.

Cuando los niños dedican tiempo a jugar, leer libros, colorear, moverse al aire libre, realizar manualidades, etc. estimulan sus procesos de aprendizaje, y favorecen su desarrollo cognitivo y motor.

Todas estas actividades influirán de manera positiva en su habilidad para concentrarse, en la adquisición del lenguaje, en su forma de relacionarse y establecer vínculos, en la gestión de sus emociones, en sus habilidades motrices y de percepción visual.

De la misma manera, pero a la inversa, el uso de pantallas en estas edades críticas de desarrollo y construcción de sus cimientos neuronales, también influirá en todas estas áreas.

Con este panorama a la vista, nunca mejor dicho, y teniendo en cuenta que nos encontramos en los inicios del cambio (apenas llevamos dos décadas), es nuestra responsabilidad introducir esta realidad digital de forma consciente y sensata en la vida de los niños y adolescentes.

Sabemos que la infancia es un periodo crítico, y que la tecnología ha venido para quedarse. En base a esto, podemos decidir cómo acompañar y educar a nuestros niños para que se conecten primero con ellos mismos, con las personas y la realidad que les rodea, y una vez preparad@s tengan las herramientas para adentrarse poco a poco al mundo digital.

La Organización Mundial de la Salud recomienda que los niños menores de cinco años no pasen más de 1 hora al día ante una pantalla y desaconseja completamente su uso en el caso de los bebés menores de 2 años. El tiempo de pantalla, que en el estudio se califica como «sedentario», incluye televisión, dispositivos móviles y videojuegos.

Pese que para los niños de 3 a 5 años se recomienda no dedicar más de 1 hora al día a actividades sedentarias frente a una pantalla, mi consejo es reducir el tiempo a cero. Sé que puede resultar difícil, pero cuanto más tarde mejor.

Aquí puedes descargarte algunos consejos para tenerlos siempre a la vista y recuerdes cómo promover unos buenos hábitos visuales en los más pequeños:

Adultos y pantallas: ¿cómo hemos cambiado?

En los últimos años, los científicos han advertido que cada vez nos estamos convirtiendo en menos inteligentes, debido al gran impacto de la tecnología en nuestros cerebros. Por el contrario, hemos desarrollado la capacidad de la multitarea.

Pero ¿estamos realmente haciendo varias cosas a la vez?

La respuesta es NO.

El cerebro no es capaz de hacer dos tareas a la vez si involucran a la misma zona cerebral. Podemos estar viendo una película y con el móvil en la mano cotillear Instagram, pero lo cierto es que no estaremos realizando ninguna de estas dos actividades al 100%, sino que alternaremos nuestra atención porque se están estimulando las mismas áreas cerebrales.

Puedes estar trabajando con el ordenador, con el correo abierto, mientras escuchas una lista de música de Spotify, y contestando de vez en cuando algún whatsapp en el móvil. Tienes a tu mente alternando entre varias tareas, y lo que no sabes es que cada vez que pasas de una a otra tu mente necesita una pausa, con lo que reduces su eficacia hasta un 50%.

Lo que estamos consiguiendo es mayor agilidad a la hora de cambiar de una actividad a otra, pero a expensas de ser menos eficaces, porque captamos la información de manera más superficial y la retenemos poco tiempo. En base a estos descubrimientos, ya hay quien apunta que acabaremos viviendo en una sociedad dispersa, superficialmente informada y carente de formación.

Visión y pantallas: ¿por qué nuestra visión empeora si nos exponemos tantas horas a las pantallas?

+ Nuestra visión está diseñada para mirar de lejos:  cuando miramos de cerca, nuestros ojos dejan de estar relajados. Esto puede dar lugar a borrosidad al mirar de lejos después de un largo rato mirando una pantalla de cerca (inicio y/o aumento de la miopía).

+ Impacto excesivo de luz azul: la luz azul emitida por las pantallas no es positiva para el ojo. Puede provocar estrés visual o daños en la mácula y retina.

+ El sistema visual no trabaja de manera eficaz por la reducción de la frecuencia de parpadeo hasta una tercera parte de lo normal. Lo que puede provocar sequedad ocular, malestar e incomodidad y mayor fatiga.

+ Alteración de nuestro reloj biológico: la luz que emiten las pantallas modifican nuestros ritmos circadianos al emitir señales al cerebro para que se active. Lo que dificulta el sueño y/o reduce su calidad.

Conociendo esta información, es muy fácil sospechar cuándo nuestro sistema visual nos está mandando señales de qué algo no va bien. Por ejemplo, uno de los síntomas más comunes es tener dolor de cabeza. También es habitual tener los ojos rojos y la sensación de sequedad. Otro aviso son las dificultades para enfocar la pantalla o problemas de visión borrosa.

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Confinamiento y pantallas: ¿por qué han habido tantos problemas visuales tras cien días confinados?

Como ya hemos podido comprobar de primera mano, nuestro sistema visual no está preparado para estar tanto tiempo en casa, sin recibir luz solar y manejándose en distancias cortas todo el tiempo.

Todos necesitamos nuestros momentos de exposición solar, realizar actividades deportivas, y pasar tiempo al aire libre.

Además, a muchos nos ha tocado teletrabajar y hemos pasado bastantes horas delante de una pantalla, con pocos descansos. ¡Ojo! Que esto no es un reproche, estoy convencida que todos lo hemos hecho lo mejor que hemos sabido, cada uno con nuestras circunstancias.

Un estudio realizado por la asociación Visión y Vida, sobre cómo ha afectado el confinamiento a nuestra salud visual, nos ha aportado una información realmente valiosa acerca de nuestro comportamiento con respecto a la tecnología:

+ Ocho de cada diez los adultos (77,2%) hemos duplicado el tiempo que estamos diariamente ante pantallas, ya sean ordenadores, tablets o móviles.

+ Más de la mitad de los niños de España (50,3%) ha estado entre cuatro y ocho horas ante pantallas en estos cien días y que dos de cada diez (22,1%) han estado más de ocho horas.

Y otra cosita…. ¡No habíamos cuidado nuestra visión desde hacía mucho! Por eso el sistema visual estaba débil y no ha podido aguantar la presión, estrés y tensión visual a la que le hemos sometido. Solo el 17,7% de la ciudadanía se había revisado en 2020 y seis de cada diez personas no se habían revisado en el último año. 

Se ha comprobado que de los menores de 19 años que acudieron a realizarse una revisión después del confinamiento en casa:

+ Al 77,4% les ha empeorado la visión y dos de cada tres adolescentes (64,5%) han sufrido un cambio de graduación tras cien días confinados.

+ Uno de cada diez ha empezado a utilizar gafas (10,1%) o lentes de contacto (7,7%)

Y que casi la mitad de los présbitas, personas con vista cansada por la edad, han sufrido un cambio de graduación tras cien días de confinamiento, debido a que prácticamente todos han multiplicado exponencialmente el número de horas destinadas al uso de la tecnología.

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Paula Malonda. Opometrista Comportamental y del Desarrollo
«El aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información». Albert Einstein

BIBLIOGRAFÍA

Asociación Visión y Vida. Estudio: Cómo ha afectado el confinamiento a nuestra salud visual. Julio 2020

Rojas M. Educar offline. Junio 2016

Winterstein P, Jungwirth R.J. KINDER- UND JUGENDARZT. 2006

Organización Mundial de la salud. Comunicado de prensa. Ginebra, 2019



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