¿Cómo potenciar tu visión si eres miope?
¡Ay los miopes! ¿Qué hacemos con vosotros? Poca cosa, porque cada vez sois más y seguro que nos ganáis al resto.
Para los que tengáis la suerte de no saber qué es la miopía, porque no la padecéis, os hago una breve explicación. La miopía está producida por una elongación excesiva del globo ocular. Esto significa básicamente, que el ojo miope es más grande que el “ojo normal”. Debido a esto, las imágenes no se forman en la retina, como debería ser, provocando borrosidad al mirar de lejos.
Los miopes os iniciáis ya en la infancia, y vais progresando en la vida adulta. Uno de vuestros primeros síntomas es “no ver bien la pizarra” en clase, y tenéis esa mirada especial, como si fuerais a disparar rayos láser, cuando tratáis de enfocar de lejos.
Los papis os preocupáis ante estos primeros signos y síntomas en vuestros hijos, por que sabéis por otros padres, que una vez vuestro hijo se ponga la gafa para ver bien la pizarra, va a ser un no parar de subir las dioptrías, y casi todos los años vais a tener que cambiarle las gafas al niño.
“¡Ya le ha subido! ¡Ya le ha subido!” gritaba una tarde en consulta el padre de un niño miope.
Sólo hacía ocho meses que le habían cambiado la gafa, pero el niño había estado últimamente muy agobiado con exámenes y muchos deberes (que ese es otro tema interesante…), y se pasaba largas horas estudiando.
El padre lo traía de nuevo a revisión, porque cada vez que levantaba los ojos del libro o el ordenador, el chaval se quejaba de que no veía nada de lejos.
Los humanos somos biológicamente incapaces para las tareas visuales cercanas impuestas por la sociedad.
Nuestros ojos están diseñados para ver de lejos, que es cuando están relajados. Si recordamos a nuestros antepasados cazadores, ellos se movían libremente por grandes espacios abiertos todo el tiempo. Esto les permitía mantener su visión en un estado de reposo continuo.
Pero a nosotros nos ha tocado vivir en la era de la tecnología, y a nuestro sistema visual no le a dado tiempo a adaptarse a este cambio radical de ambiente, hábitos y tareas.
Hemos pasado, en un periodo muy corto de tiempo (evolutivamente hablando), a utilizar de manera predominante nuestra visión de cerca.
Cuando miramos de cerca, nuestros ojos dejan de estar relajados. Imaginemos el zoom de una cámara de fotos. Cuanta más nitidez queremos conseguir en la imagen de cerca, más potente tiene que ser el zoom.
De igual modo, para que veamos claras las imágenes de cerca, nuestros ojos tienen que enfocar usando su zoom, y además mantenerlo activo de manera precisa todo el tiempo que dure la tarea de visión próxima.
Las demandas para la concentración sostenida en cerca, estar inmóviles y el esfuerzo mental provocan una respuesta de estrés.
Vamos a dar por hecho que nuestro zoom visual es súper potente y conseguimos estar trabajando 3 horas con el ordenador sin problemas. ¿Qué ocurrirá al levantar la vista del ordenador una vez terminemos?
Exactamente lo mismo que cuando cargamos con bolsas de la compra muy pesadas, una en cada mano, durante mucho rato. Al dejarlas en el suelo, continuamos con las manos y los brazos doloridos, incluso la espalda y el cuello se sienten cansados y tirantes. Y esta sensación dura hasta que a nuestro cuerpo le da tiempo a recuperarse por completo del esfuerzo.
Tras 3 horas seguidas con el ordenador (un libro o el móvil) al levantar la vista y mirar de lejos, nuestros ojos van a necesitar un tiempo para relajarse del todo tras ese esfuerzo prolongado. Y durante ese tiempo de recuperación la visión es borrosa.
Así empieza a nacer la miopía del sigo XXI.
Incorporar nuevos hábitos visuales y cuidar nuestro sistema visual dándole las mejores condiciones de trabajo, nos ayudará a mejorar los síntomas iniciales de una miopía, y evitar o retrasar su aparición.
Si eres miope o estás experimentando esta incómoda borrosidad de lejos tras varias horas de trabajo en cerca.
O bien si tienes hijos y quieres actuar de manera preventiva y ponérselo difícil a la miopía.
En cualquier caso, debemos potenciar una serie de habilidades visuales y hábitos que contribuyen a obtener un mejor rendimiento y una menor fatiga visual.
+ Consciencia de visión periférica (lo que vemos por el rabillo del ojo).
Ser consciente de lo que nos rodea en todo momento nos ayuda a ampliar nuestro campo de visión y a relajar los ojos. Cuando nos enfocamos demasiado en lo que estamos mirando, favorecemos una «visión en túnel», que lleva a la fatiga y al estrés visual.
El uso de lentes de contacto favorece nuestra periferia, y en los niños es aun más importante. Los niños están en edad de desarrollar todas las habilidades visuales, y el uso de unas gafas en edades tempranas puede limitar la correcta integración de su periferia, al reducir su campo de visión funcional.
+ Mirar a lo lejos siempre que sea posible.
Cuando miramos de lejos, abarcamos más información del campo de visión y nuestros ojos se abren y se destensan, se mantienen relajados, como ya hemos señalado antes.
+ Descansos.
Debemos interrumpir la actividad visual prolongada en cerca durante 5 minutos, levantando la cabeza, moviéndonos en la silla, estirando el cuello o dando un corto paseo por la casa o la oficina, cada hora como poco.
+ Realizar más actividades al aire libre.
Favorecen la apertura corporal y requieran mirar a distancias lejanas. Además, la vitamina D proporcionada por el sol baja la probabilidad de desarrollar miopía.
Un investigador de la Queensland University of Technology en Australia, Scott Read realizó un estudio equipando a un grupo de escolares con un reloj que registraba sus movimientos y la intensidad del sol.
Los resultados de este estudio determinaron que la necesidad del uso de gafas dependía casi exclusivamente del tiempo que los niños pasaron al sol. Cuanto más disfrutaron los niños del sol, menos propensos fueron a necesitar gafas.
+ Beber agua.
Beber un vaso de agua favorece la conexión entre las neuronas y que el rendimiento mejore.
Los campos electromagnéticos que generan la actividad celular en nuestro cuerpo, se transmiten a través del agua corporal. Gracias al agua ingerida, el cerebro recibe constantemente la información de que está hidratado y unifica toda la estructura celular de nuestro cuerpo.
+ Parpadear.
Está estudiado que solemos parpadear cada 4 segundos aproximadamente. Y también está comprobado, que cuando estamos delante de las pantallas, esta frecuencia de parpadeo disminuye considerablemente. Parpadear con asiduidad irriga mejor los tejidos corneales y disminuye la rigidez visual.
+ Mantener una adecuada distancia de trabajo.
Ojo sobretodo con los niños que se acercan demasiado al libro, y también cuando escriben o dibujan. La distancia adecuada para mirar en cerca, no debe ser inferior a la distancia entre nuestro codo y la primera falange del dedo corazón.
+ Buena iluminación.
Es conveniente que utilicemos dos luces, una luz ambiental y otra sobre la mesa de trabajo, colocadas de manera que eviten los deslumbramientos y los reflejos molestos. Aunque siempre será mejor realizar las tareas con luz natural, a ser posible.
+ No usar pantallas antes de dormir.
Estamos trastornando nuestros ciclos de sueño al hacer algo tan simple como utilizar el móvil en la cama y con poca iluminación.
Casi todas las pantallas vienen con niveles de temperatura muy similares a la luz diurna, lo que hace creer a nuestro cerebro que aún es de día y por tanto, no manda señales para que nos entren ganas de dormir.
Y esto se traduce en perder horas que podríamos usar durmiendo y recuperándonos para el día siguiente. Evitemos forzar en exceso nuestros ojos y descansemos bien.
Estos consejos, están especialmente pensados para los miopes porque son los más propensos a una progresión y los más afectados por las malas condiciones de trabajo. Pero son igualmente válidos para todo el mundo.