¿Cómo se desarrolla la visión en la infancia?
Al nacer, todos los órganos están desarrollados (pulmones, corazón, estómago…), salvo el cerebro. Algunas células cerebrales están conectadas al nacer, pero la mayoría de ellas no. Precisamente, durante los cinco primeros años de vida, el cerebro infantil hace un gran esfuerzo para establecer estas conexiones cerebrales.
En el nacimiento, el bebé tiene los ojos completamente desarrollados, pero no están conectadas aún todas sus habilidades visuales, como el enfoque para ver las imágenes claras, el movimiento ocular preciso, la visión de los colores o la capacidad de mover ambos ojos de manera coordinada.
Estas conexiones necesarias para una visión eficaz, solamente podrán desarrollarse si durante los primeros doce meses de vida el bebé puede ver claramente y si tiene los ojos en la posición correcta.
Que los bebés tengan preferencia por la madre durante las primeras semanas y meses de vida, no significa que reconozcan sus facciones y la distingan de entre otras caras. En varios estudios, se deduce que probablemente esto se deba a la asociación de sensaciones placenteras como las caricias, la voz y la saciedad del hambre que proporciona la figura materna.
La visión es un sentido que requiere de un proceso de adaptación y aprendizaje en el recién nacido. El bebé nace con las estructuras visuales que permiten la generación de imágenes, pero las habilidades visuales necesitan ser adquiridas con tiempo, paciencia y una estimulación adecuada.
Este proceso de desarrollo visual sigue una secuencia, que ha sido estudiada semana a semana durante el primer año de vida del bebé. De este modo, el bebé va madurando las diferentes funciones visuales como la percepción del color, el cálculo de distancias o percepción de profundidad, la agudeza visual (cantidad de visión), el enfoque preciso a todas las distancias, la coordinación de movimientos oculares de ambos ojos y la fijación, etc., siguiendo una secuencia determinada que involucra a todo el cuerpo y se relaciona con diferentes partes del cerebro encargadas de procesar la información recibida.
La visión se aprende, nacemos con la capacidad y las estructuras para aprender a ver
¿Mi bebé recién nacido me ve?
Al nacer, la cantidad de visión es inferior al 10% (la retina aún está inmadura). La visión del bebé se asemeja a la visión a través de un cristal esmerilado, y solamente puede ver los objetos que están a 20-30 cm de su cara. Puede orientarse hacia una fuente luminosa y permanecer con la mirada fija, aunque no durante mucho tiempo, porque se cansa con facilidad. Le atrae la sombra (de su mano, de un objeto…).
A partir de la capacidad postural del bebé para estabilizar la cabeza entre 6-8 semana, el sistema visual empieza a desarrollarse y madurar. Los primeros movimientos oculares que aparecen son los sacádicos, pequeños saltitos muy rápidos. A partir de las 8 semanas el bebé debe de ser capaz de mantener fija su mirada en un objeto por más de 3 segundos.
En esta etapa pueden distinguir pocos colores, por eso en los primeros 4 meses de vida se recomienda estimular con objetos en blanco y negro, muy cerquita de su cara, en diferentes posiciones de mirada, siempre estimulando ambos lados de su cuerpo por igual, durante muy poquito tiempo pero varias veces al día.
De los 3 a los 5 meses su visión del color comienza a normalizarse. El bebé empezará a alcanzar los objetos que tenga cerca, mirando sus manos y su movimiento, lo que favorece la creación de un mapa mental visual de su propio cuerpo.
A partir de los 6 meses, la cantidad de visión ronda ya el 50% (agudeza visual), ha adquirido mayor precisión en la habilidad de seguir con sus ojos un objeto en movimiento, y también es capaz de mantener la mirada más tiempo. En esta etapa empiezan las primeras experiencias de comunicación entre ambos ojos, desarrollándose la visión binocular, que es la habilidad que permite la visión en profundidad (visión en 3D).
En esta fase, la psicomotricidad tiene una influencia decisiva en el desarrollo visual. Gracias al inicio de los movimientos simétricos, el bebé empieza a activar ambas estructuras dobles a la vez (ojos, brazos, piernas…). En este momento, veremos cómo explora con ambas manos los objetos que alcanza en la línea media, y cómo es capaz de cogerse sus propios pies.
Esta conquista de la línea media, le permite dirigir ambos ojos hacia el mismo punto moviéndose simultáneamente, pero sin ser capaz todavía de fusionar la imagen de cada ojo y unificar la información.
Explora un espacio más amplio, en el que descubre muchos objetos de interés hacia los que se dirige, coge, manipula… La manipulación de los objetos es esencial para la adquisición de la percepción y el reconocimiento de formas.
Todavía percibe el espacio como plano, por eso cuando un objeto desaparece, deja de existir. Pero con el desplazamiento hacia adelante empieza a descubrir que el espacio tiene profundidad.
De los 9 a los 12 meses, su visión del detalle es mucho más precisa, se puede entretener con objetos más pequeños, sobretodo cuando está parado o sentado. Consigue un mayor reconocimiento de las caras, de las expresiones.
A través de la exploración motora construye poco a poco la representación del espacio, de sus límites, sus planos y sus direcciones. Gracias a los diferentes patrones motores (reptado, gateo, deambulación…) descubre su mundo visual de una manera más autónoma. Y al ponerse de pie, su campo perceptivo aumenta, permitiéndole usar la percepción visual para detectar pequeños desniveles, baches y obstáculos.
El sistema visual se construye conjuntamente con otros sistemas, y necesita de una buena base de neurodesarrollo que le permita madurar de manera adecuada y apoyar su alto rendimiento.
El optometrista pediátrico es el profesional que evalúa si la visión se está desarrollando de forma correcta, relacionando el desarrollo general del niño con su visión. Detecta problemas de inmadurez en el desarrollo de las habilidades visuales (movimientos oculares, agudeza visual, coordinación de ambos ojos, desarrollo de la visión en 3D) ya desde las primeras semanas de vida y comprueba en qué afecta la existencia de alguna posible dificultad en las habilidades visuales con su desarrollo madurativo general.
“La detección temprana es fundamental, pero también lo es una adecuada estimulación para prevenir algunas alteraciones funcionales en el desarrollo de la visión”.
Estimular de manera adecuada cada etapa de esta secuencia de aprendizaje visual, será de un valor incalculable para prevenir dificultades futuras y asentar una base madurativa sólida sobre la que se puedan apoyar nuevos aprendizajes y experiencias más evolucionadas.
¿Cuál es mi papel cómo optometrista comportamental?
Es el de acompañar el desarrollo de todas estas habilidades visuales que el bebé está aprendiendo a integrar poco a poco, evaluando su correcta adquisición en cada etapa madurativa y estimulando, de manera respetuosa con sus tiempos y ritmos, para que su cerebro conecte la información visual con sus movimientos y el resto de sus sentidos.
En este sentido, estamos favoreciendo que el bebé adquiera una base sólida de desarrollo, con unas buenas conexiones que le permitan integrar cada aprendizaje de manera suave, sin esfuerzo, sin saltarse etapas.
Y sobretodo, actuando de manera temprana, logramos prevenir futuros desajustes o síntomas que indiquen que hay alguna interferencia en la manera de recoger, procesar, interpretar y responder ante la información visual, como pueden ser los problemas de aprendizaje.