¿Qué experiencias visuales, emocionales, cognitivas y motoras ofrecer a tu bebé?
Somos seres que funcionamos de forma global, y nuestro ser psicomotor está absolutamente presente en cualquier situación de nuestra vida.
Por eso, cuando queremos saber cómo funciona el sistema visual de un bebé o un niño, estudiamos también su desarrollo psicomotor. De esta manera, estamos teniendo en cuenta toda su maduración neurofuncional.
Existe una determinada secuencia madurativa del sistema nervioso central. De manera que, en el momento del nacimiento solo funciona adecuadamente la parte más primitiva del cerebro, el tronco encefálico.
Esta zona del tronco encéfalo está encargada de regular el tono muscular y de los automatismos, que son movimientos automáticos e inconscientes que aseguran la supervivencia del bebé (por ejemplo, el movimiento de succión para mamar). Las otras áreas del cerebro solo son utilizadas en una pequeña extensión.
Este proceso madurativo que tiene lugar en la primera infancia, especialmente en los primeros años de vida, no ocurre por si solo.
El cerebro necesita de la estimulación de todos los sentidos, para ir aumentando la creación de nuevas redes neuronales, que poco a poco vayan permitiendo la conexión de las capas superiores del cerebro.
Como los ganglios basales, que regulan el nivel de actividad y el equilibrio; el sistema límbico, conocido por ser el regulador emocional; y el neocórtex, encargado de prestar atención, tener iniciativa y el control de impulsos.
Ya te puedes hacer una idea de la cantidad de cosas asombrosas que ocurren en las cabecitas de los bebés, sobretodo durante los primeros meses de vida.
Cada segundo cuenta, y es fundamental acompañar todo ese proceso mágico que asegure una maduración ideal y completa.
En un primer momento, la relación del bebé con su entorno es táctil, kinestésica, auditiva y postural.
Esto quiere decir que, las primeras experiencias que pueden ejercer una importante estimulación sobre él son las caricias, los masajes, el contacto piel con piel, las palabras cariñosas, los cambios de posición y el movimiento al transportarlo, cuando lo llevamos en brazos o lo mecemos (especialmente en posición vertical).
Un poco más adelante, sobre los 4 meses, cuando empiece a poder manipular rudimentariamente algún objeto y llevárselo a la boca como otra forma de reconocimiento del entorno que lo rodea.
También es cuando tratará de adaptarse visualmente e irá poco a poco teniendo una percepción más nítida, comenzando desde las distancias más cortas. En esta fase, sería interesante ofrecerle objetos de diferentes texturas, formas y durezas.
Sus movimientos también se desarrollarán con un cierto orden, favorecidos por un buen tono muscular, como por ejemplo: girar de un lado al otro, mecerse sobre manos y rodillas, rotar sobre el ombligo, reptar, gatear y caminar.
Estos patrones de movimiento son algunos de los pilares fundamentales para el desarrollo psicomotor, y al hablar de desarrollo psicomotor me refiero también a los aspectos emocionales y cognitivos.
De la repetición y calidad de estas experiencias, dependerá no solo su desarrollo madurativo, sino también de sus habilidades visuales, como el cálculo de distancias, la agudeza visual, la coordinación de ambos ojos, los movimientos oculares precisos y la percepción visual.
Cuanto más tiempo pase el bebé en el suelo, en posición boca abajo, mayores oportunidades tendrá para experimentar con su ser psicomotor, desarrollando numerosas experiencias emocionales, cognitivas, y motoras, que estimulen a su vez su sistema visual.
Por ese motivo, la valoración de los automatismos y de los diferentes patrones motores en la consulta, nos otorgan importantes referentes de cómo está funcionando a nivel madurativo un bebé o un@ niñ@.
Las habilidades visuales y de percepción, dependen de la calidad de las experiencias que el/la niñ@ haya podido vivenciar con su cuerpo, en relación al espacio y al tiempo.
Pincha aquí si quieres más información sobre el desarrollo visual infantil.

Si prefieres escuchar el artículo ¡DALE AL PLAY!
