¿Pastillas de la tranquilidad sí o no?

NIÑOS HIPERACTIVOS Y CON DÉFICIT DE ATENCIÓN

Pocos síndromes enfrentan tanto a los especialistas como el déficit de atención con o sin hiperactividad en los niños. Unos defienden que tomen psicoestimulantes a diario, y otros se oponen deliberadamente.

Son muchos niños cuyo comportamiento y rendimiento escolar preocupa tanto a padres como a maestros, y a los que se les somete al famoso cuestionario para descartar un posible TDA. El síndrome que lo explicaría todo, si “diera positivo”.

La mayor parte de niños diagnosticados de TDA no tienen problemas de inteligencia, pero no son capaces de desarrollar su potencial intelectual dentro del marco escolar establecido.

Niños que no siguen el ritmo de su clase, molestan, retrasan, y poco a poco se consumen con la educación convencional, donde no hay sitio para ellos.

Para superar el día a día, se recurre a fármacos para atenuar esa naturaleza dispersa y excitable. Se les da una sustancia química llamada metildenilato, o más conocida por uno de sus nombres comerciales: Ritalín.

Esta sustancia altera el metabolismo de su cerebro, su principio activo es un derivado anfetamínico. La pastilla los aquieta… y da tregua a los que lo rodean. Por el contrario, sus efectos a largo plazo no están tan bien documentados.

¿Por qué existen posturas tan enfrentadas?

Muchos médicos creen que el poco autocontrol de estos niños tiene una causa genética, que es un trastorno metabólico congénito.

Los psicólogos evolutivos, en cambio, explican este cuadro sintomático por la creciente sobrecarga de estímulos a la que están sometidos los niños y por una menor disposición de los padres a educar a sus hijos como lo que son: niños.

Los niños tienen que aprender a manejar sus arrebatos, asumir sus talentos y conocer sus dificultades, superar conductas y experimentar nuevos estímulos.

Reflexionemos sobre esto que dicen los psicólogos evolutivos.

– La creciente sobrecarga de estímulos… Niños que se entretienen con móviles y tabletas mientras viajan en el metro o permanecen sentados en una sala de espera para que no “armen follón”,  que no tienen ni cinco minutos al día para aburrirse y no hacer nada, porque todo su día está planificado, lleno de obligaciones, tareas, actividades y compromisos.

– No los educamos como niños… Niños de 6 y 7 años preocupados por los exámenes, desmotivados por que no se les da bien una asignatura, con baja autoestima porque no consiguen aprender a leer rápido, siempre pendientes de que les digan lo que tienen que hacer, y cómo lo tienen que hacer, cansados porque todos los días van cargados de tareas, y deseosos siempre de que llegue el fin de semana, a no ser que tengan examen el lunes.

Desde mi rol terapéutico, observo la enorme exigencia a la que están sometidos los niños de hoy, siendo al mismo tiempo minusvalorados en casi todos los ámbitos.

Y no solo eso, ante una sintomatología que pide a gritos una búsqueda profunda y concienzuda de las causas que pueden estar alterando su comportamiento atencional, nos contentamos en averiguar si su coeficiente intelectual es normal y rellenar unos cuestionarios que determinarán si los sedamos o no para que estén más tranquilitos.

Yo no soy especialista en el tema, pero sí tengo mucho que decir.

En consulta, recibo a niños que vienen con el diagnóstico de TDA o les están haciendo las pruebas (cuestionarios y test de inteligencia en la mayoría de los casos).

Y algo que he comprobado en bastantes ocasiones cuando me hablan de sus síntomas es que, si pregunto a los papis:

“¿Tu hijo es capaz de quedarse un rato sentado jugando con la tableta o mirando una película que le guste en el sofá?”

La mayoría de ellos me responde:

“Le encanta jugar con la tableta y el móvil” o “cuando está viendo sus películas no se levanta del sofá”.

¡Pues entonces no tiene ningún trastorno!

Si su capacidad de atención está alterada, lo está para todo. Utilizando esta sencilla lógica, podremos empezar a centrarnos en buscar otras causas que estén provocando esos comportamientos que les impiden tener un buen rendimiento. Y es aquí donde la optometría tiene mucho que aportar.

Las revisiones optométricas completas, son de suma importancia en la prevención activa de las dificultades visuales y sus repercusiones escolares y generales.

Los problemas de atención, son una sintomatología común en los niños con problemas visuales.

¿Cómo van a permanecer sentados haciendo los deberes si su capacidad para enfocar el texto no es precisa?, ¿cómo mantenerse concentrado cuando cualquier estímulo periférico interfiere y molesta?, ¿cómo obtener la suficiente energía para mantener la fijación en un punto si los ojos se mueven de manera descontrolada?, ¿cómo estudiar durante una hora si cada quince minutos se mueven las letras o se desdoblan?, ¿cómo terminar rápido los deberes si hay que releer diez veces el texto porque se saltan palabras o se pierden de fila?…

Y unas cuantas preguntas más, que habría que resolver antes de hablar de trastornos de cualquier tipo.

No empecemos la casa por el tejado. Antes de poner una etiqueta como la de TDA, abordemos los problemas desde los tres planos que nos constituyen: el físico, el emocional y el mental.

Revisemos a conciencia qué comen nuestros niños, cómo duermen, cómo ven, cómo oyen, cómo sienten y cómo piensan.

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Un diagnóstico serio precisa de muchas sesiones, y no se establece tras una única visita, basándose solamente en los resultados de un cuestionario. A menudo los psiquiatras o neuropediatras tienen que recurrir a otros profesionales.

Como ya he señalado antes, el procedimiento no solo debe incluir un extenso cuestionario a los padres sobre el desarrollo del niño y el contexto familiar, sino que también se deben realizar exploraciones neurológicas, análisis sanguíneos, exámenes perceptivos, visuales, auditivos, etc.

Por ese motivo, el esquema general del tratamiento debe ajustarse a cada caso particular, y no se debe aplicarse sólo en una consulta, sino que deben ponerlo en práctica los padres, los maestros, los pedagogos del colegio y aquellos profesionales más adecuados al tipo de terapia que el niño necesita.

Y por otro lado, también debemos cuestionarios hasta qué punto tener quietos y callados a los niños es sano, aunque las características de la escolaridad así lo requieran.

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Paula Malonda. Opometrista Comportamental y del Desarrollo
«El aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información». Albert Einstein

BIBLIOGRAFÍA

Hüther, G. El cerebro humano: instrucciones de uso. Plataforma: 2016.

Pundik, J. El niño hiperactivo, déficit de atención y fracaso escolar: guía para padres y docentes. Editorial Filium; 2006.



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