¿Eres un ser mágico sinestésico?
Hasta hace relativamente poco, pensábamos que los sentidos actuaban de forma individual y que el cerebro los procesaba por separado. Cada uno se encargaba de un tipo de percepción. Los ojos veían, la nariz olía, las manos tocaban. Y así.
No obstante, existen numerosos estudios que demuestran cómo unos sentidos influyen sobre los otros. Por ejemplo, tendemos a encontrar más sabrosos aquellos alimentos que al comerlos generan un ruido agudo y crujiente, como la zanahoria o los cereales. O un plato de macarrones puede parecernos más o menos sabroso en función de la música o del ruido ambiente.
Este cruce de sentidos también afecta a los niños. En un experimento realizado con niños de 5 años, se encontró que su habilidad para realizar un puzzle empeoraba cuando, de manera subliminal, se esparcía un olor desagradable en la habitación en la que se encontraban realizando la tarea.
En unos experimentos donde se mostraban a una serie de individuos un flash de luz, al que acompañaban de dos breves tonos sonoros, la mayoría de los participantes afirmaban ver dos flashes de luz en lugar de uno. Los mismo sucedía cuando los investigadores, en vez de usar un estímulo acústico, daban dos suaves toques en el brazo de los participantes mientras se disparaba el haz de luz. ¡Alucinante! La vista, que es el sentido en el que más confiamos y el que domina sobre el resto, se alteraba y se podía confundir a través del oído y del tacto.
Nuestros sentidos interactúan entre ellos.
Son sensibles de potenciarse unos a otros, de alterarse de formas increíbles, de mezclarse, aumentarse o mitigarse, incluso compiten entre ellos en algunas ocasiones, y como en los ejemplos anteriores, consiguen a veces inhibirse. Desde que comienza una percepción, esa mezcla de información sensorial es esencial para que el cerebro componga una imagen del mundo exterior.
En el campo de la medicina, por ejemplo, la plasticidad cerebral o la capacidad innata del cerebro para cambiar y adaptarse a las nuevas circunstancias, abre nuevas puertas para tratar a personas que padecen lesiones cerebrales.
“El conocimiento que tenemos del mundo depende del cerebro, que filtra la información que recibe, la procesa y la hace consciente, a su modo”
Ignacio Morgado
La fascinante habilidad de nuestro cerebro para mezclar las informaciones procedente de los diferentes sentidos no es innata, sino que la aprendemos poco a poco desde el nacimiento. Además, la rápida habilidad de integrar la información de de todos los sentidos, nos capacita para emitir juicios al instante. La importancia de sentir y de percibir tiene mucho sentido, desde un punto de vista evolutivo, ya que nos prepara para enfrentarnos al entorno.
Cada sensor de nuestro cuerpo es sensible a un tipo de estímulo, de modo que, los fotoreceptores de los ojos se centran en captar la luz pero no procesan información auditiva. Pero lo maravilloso es que podemos captar numerosos estímulos al mismo tiempo. En una fiesta, estamos saboreando una bebida, a la vez que conversamos con alguien y bailamos la música que suena.
Pero hay facultades perceptivas que van mucho más allá, como el caso de los maravillosos seres sinestésicos, personas capaces de mezclar los sentidos, de manera que pueden escuchar los colores, escuchar texturas, o ver la música.
El premio Nobel de física Richard Feynmann dijo en una ocasión “cuando miro ecuaciones, veo todas las letras en colores”. Parecía una metáfora de la pasión que sentía por la ciencia, pero era más bien una descripción de su capacidad para combinar sus sentidos.
Vladimir Nabokov, el escritor ruso que dio vida a la popular Lolita, veía colores al escuchar los nombres de las letras y afirmaba en su autobiografía (Habla, memoria, 1967) que “La a larga del alfabeto inglés […] tiene para mí el color de la madera a la intemperie, mientras que la a francesa evoca una superficie de ébano”. Esta capacidad del cerebro para enriquecer los sentidos es más frecuente entre los artistas que en cualquier otro grupo de personas.
Franz List, Sibelius, Duke Ellington, Bernstein, Rimbaud y Baudelaire fueron sinestetas, entre otros muchos.
Gracias a los nuevos avances tecnológicos en imagen cerebral, se ha podido estudiar qué es lo que ocurre en el cerebro de las personas sinestésicas cuando su percepción se activa. Así, como han comprobado que cuando una persona con sinestesia ve música, su cerebro registra actividad en las partes relacionadas con la vista y también con la audición. Los sentidos de estas personas están comunicados unos con otros, de un modo sin duda fascinante.
“Para cada uno de nosotros, lo más importante es lo que percibe nuestro cerebro, lo que sentimos, lo que captamos de eso que llamamos realidad, que no es otra cosa que un concepto filosófico; el medio en que vivimos es pura materia y energía.” Ignacio Morgado.